La publicación el pasado 9 de septiembre del Informe Draghi ha venido a poner luces largas a la acción política de la Comisión Europea para los próximos años en los que habrá que afrontar complejos retos de competitividad y sostenibilidad en Europa que pasarán por necesidades adicionales de inversión anual de en torno a 800 mil millones de euros, un 5% del PIB europeo. El documento consta de dos partes. La parte A, titulada “Una estrategia de competitividad para Europa” señala la aceleración de la innovación y el crecimiento, continuar con la descarbonización y pasar a una economía circular al tiempo que se reducen los precios de la energía, y asegurar su seguridad en un contexto geopolítico menos estable, como las tres transformaciones esenciales que habrán de abordarse para enfrentarnos a la competencia de global de EEUU y China. Ello condicionará una nueva estrategia industrial para Europa basada en tres pilares consistentes en el cierre de la brecha de innovación, un plan conjunto de descarbonización y competitividad, y el incremento de la seguridad y la reducción de las dependencias.
En la parte B del Informe, se ofrecen sugerencias relativas a cinco políticas horizontales: innovación, competencias, inversiones, política de competencia y gobernanza, incluyéndose un análisis en profundidad y recomendaciones para 10 sectores clave de la economía europea: energía, materias primas críticas, digitalización y tecnologías avanzadas, industrias intensivas en energía, tecnologías limpias, automoción, defensa, espacio, farmacia y transporte. Nos centraremos brevemente en comentar las indicaciones de Draghi en relación con el transporte aprovechando el carácter monográfico de esta edición de Tribuna de Andalucía.
Los datos parecen incontestables. Impulsado por una demanda en rápido crecimiento, el transporte es una industria cada vez más atractiva. Con el 74% de la población mundial viviendo a menos de 100 kilómetros de un aeropuerto, la industria aérea alcanzó unos ingresos estimados de 723 mil millones de dólares en 2022, habiéndose incrementado el comercio mundial un 26% en 2022 en comparación con 2019, representando la carga aérea un 35% del comercio mundial en valor. Del mismo modo, los beneficios anuales de los transportistas de contenedores marítimos se dispararon hasta los 240 mil millones en 2021, valorándose el mercado del suministro ferroviario en 176 mil millones de euros al año. La demanda de transporte global, regional y local aumentará, lo que requerirá una solidez sin precedentes del sector del transporte. Para 2050, se proyecta que la demanda mundial de pasajeros aumentará un 79% en comparación con los niveles de 2019 y que la demanda de transporte será aproximadamente el doble. Además, la movilidad urbana y la logística desempeñarán un papel cada vez más importante dado que casi el 70% de la población mundial (y el 80% de los europeos) vivirán en ciudades en 2050.
Ante esta creciente demanda, será necesario ampliar la infraestructura de transporte. Según algunas estimaciones, esto podría requerir al menos 50 mil millones de dólares en inversiones a nivel mundial para 2040. El transporte permite la prosperidad de otras ramas de la economía. La industria sustenta una red logística global cada vez más grande, cuyo crecimiento está impulsado por el comercio electrónico (30% del PIB mundial en 2019) y el turismo internacional (más de 1.200 millones de llegadas en todo el mundo en 2023). El Informe reflexiona a su vez sobre la necesidad de defender estas redes logísticas de las amenazas globales procedentes del terrorismo internacional y de las amenazas de la guerra híbrida, así como del impacto sobre las infraestructuras del cambio climático.
Entre los múltiples retos que deberá enfrentar el sector del transporte, destacaremos la necesidad de incrementar significativamente la inversión en mantenimiento de la infraestructura, especialmente la ferroviaria, el impulso de medios de transporte más sostenibles como el ferroviario y el de las vías internas de navegación, que están muy por detrás del transporte por carretera. Superar los cuellos de botella provocados por la falta de material rodante, o remover los obstáculos planteados por innecesarias barreras internas a la competitividad establecidas por los Estados miembros que se manifiestan en la ineficiente diversidad de regulaciones legales nacionales del transporte ferroviario y por carretera. Igualmente, será necesario optimizar el uso del espacio aéreo en Europa, cuya fragmentación tiene un coste estimado de 6 mil millones de euros al año en términos de competitividad, y provoca un exceso anual de 11,6 millones de toneladas de CO2. Si se implementara el SESAR (Espacio Aéreo Único Europeo) la aportación del transporte aéreo al PIB europeo sería de 419 mil millones de euros hasta el año 2030.
El curso que lleva la integración de los sistemas de transporte nacionales impide la plena interoperabilidad de las infraestructuras y de los requisitos técnicos para el despliegue de flotas y equipos. Esto tiene graves implicaciones para la eficiencia (coste) de los servicios de transporte y en su confiabilidad y capacidad de transición hacia tecnologías limpias y digitales innovadoras. La digitalización de los procesos con desaparición de los formularios de papel es una necesidad imperiosa en toda Europa. Las normas recientemente adoptadas para digitalizar el intercambio de información en el transporte de mercancías (por carretera, ferrocarril, vías navegables interiores y aéreo) se estima que generarán un ahorro de 27 mil millones de euros en 20 años. La nueva Ventanilla Única Ambiental Marítima permitirá a los barcos reutilizar la misma interfaz y definiciones de datos en cualquier puerto de la UE.
Son nueve las propuestas de actuación en el sector del transporte que el Informe Draghi pone sobre la mesa. 1. Impulsar la planificación de las infraestructuras con el foco en la competitividad como complemento a la cohesión y a una evolución hacia un transporte plenamente multimodal. 2. Movilizar financiación pública y privada para aumentar la financiación de la UE y de los recursos de los Estados miembros para la conectividad transfronteriza, la movilidad militar y la resiliencia climática, e introducir o reforzar planes para atraer y reducir el riesgo de financiación privada. 3. Eliminar las barreras a la integración y la interoperabilidad en todos los segmentos (ferrocarril, aéreo, navegación interior, carretera, combustibles renovables). 4. Acelerar la digitalización para mejorar la eficiencia, a través del desarrollo y la aplicación de incentivos y normas. 5. Lanzar proyectos específicos de innovación de la UE aprovechando asociaciones público-privadas y cooperación transfronteriza para los desafíos de descarbonización y automatización en diferentes segmentos. 6. Introducir esquemas para reducir el riesgo y financiar soluciones de descarbonización en segmentos con dificultades de reducción. 7. Nivelar las condiciones para las industrias de la UE aprovechando, entre otras cosas, la contratación pública, el control de la inversión extranjera directa y un servicio de crédito a la exportación de la UE. 8. Establecer asociaciones internacionales y desarrollar infraestructura estratégica para aumentar la integración global, incluida la política climática y la resiliencia. 9. Alinear los perfiles laborales requeridos por los distintos segmentos del transporte con la transición verde y digital para lograr empleos diversos y flexibles, más oportunidades de empleo y una mayor movilidad profesional.
Es una hoja de ruta precisa que requerirá de la construcción de espacios europeos de integración creciente y supondrán para la Comisión Europea un inexcusable compromiso con el impulso de una Europa más competitiva, menos dependiente y más sostenible. Necesitamos, en definitiva, más Unión Europea y menos fragmentación.