¿Cuáles fueron sus inicios de formación para convertirse en una persona tan relevante en el mundo de la sociología y las letras?
Nací en La Laguna, en el año 1976. Pasé los primeros 23 años de mi vida en Tenerife, estudié la carrera de historia, me formé en Los Salesianos, La Orotava; luego en el Cabrera Pinto de La Laguna. En su momento ya me gustaba bastante saber que el instituto Cabrera Pinto había formado a gente muy importante como Benito Pérez Galdós, me gustaba la idea de formar parte de una institución tan importante para la enseñanza en Canarias.
Luego sopesé la posibilidad de marcharme fuera a estudiar pero, con gran alegría, decidí estudiar en la Universidad de La Laguna, donde hice la carrera de historia, un poco pensando en la carrera de periodismo. Me di cuenta de que la historia era una pasión real, después de 5 años obtuve el premio extraordinario de fin de carrera. A partir de ese momento fue cuando se me planteó la disyuntiva de quedarme en Canarias como historiador profesional, aún teniendo muchas dificultades ya que en el ámbito académico no hay muchas posibilidades, o marcharme al extranjero.
Decidí marcharme a EE.UU a ampliar mis estudios y lo que empezó siendo una aventura de 9 meses acabó convirtiéndose en prácticamente el resto de la mitad de mi vida e incluyendo ser el primer canario doctor en sociología por la Universidad de Harvard.
¿Da vértigo para un canario, a pesar de la muy buena formación que pudiste tener en la ULL, enfrentarse a ese nuevo mundo, además dentro de tu sector?
Por supuesto, hay que tener en cuenta que una de las primeras barreras es el idioma, yo había estudiado inglés pero enfocado a la gramática en aquellos tiempos, mucho menos enfocado a la conversación.
Aún así me marche a EE. UU, a la universidad de Stanford, que en aquel momento tenía uno de los mejores departamentos de historia del mundo. Jamás pensé que hubiera universidades con esa cantidad de recursos, de iniciativas, de emprendeduría, lugares en los que no importa quién seas ni de donde vengas, sino que lo que se valora son tus ideas.
Yo recuerdo la primera vez que me vi con el profesor que iba a ser mi mentor, una autoridad mundial en el estudio de la historia del siglo XVIII europeo. Salió de su despacho muy amablemente a saludarme, tuvo una manera muy cálida y cariñosa de hablarme, me hizo sentir en esa primera conversación que estaba genuinamente interesado en las ideas de un chico de 23 años sobre la historia, Europa y el siglo XVIII. Ahí es cuando me di cuenta de que me gustaba mucho ese sistema de crear ciencia. Un sistema en el que se incentiva la creatividad, la iniciativa.
Stanford está en Silicon Valley. Mientras vivía esa experiencia en la universidad, Silicon Valley estaba lleno de emprendedores llevando proyectos adelante, estaba Elon Musk creando PayPal, Mark Zuc- kerberg a punto de crear Facebook, Google apenas estaba explotando. Así que vi de primera mano el auge de compañías que han cambiado el mundo. Al formarme en Stanford, absorbí algo de esa cultura de Silicon Valley del emprendimiento que ha influido mi propio trabajo.
En España y en Canarias la gente piensa que no se puede tener una proyección profesional cuando se habla del mundo de las letras. ¿Se valora más y se dan más oportunidades de proyección reales en otros lugares del mundo? ¿Pecamos de no valorar las humanidades como tendríamos que hacerlo?
Por supuesto, creo que es una de las asignaturas pendientes en España y en Canarias, entender que las personas que estamos en el ámbito de las humanidades, filósofos, historiadores, sociólogos, ayudamos a crear las condiciones intelectuales para que luego pueda haber cambio a nivel social y político; de tal manera de que ya no existan esas barreras para la creación de determinados proyectos científicos. Sin el trabajo de pensadores en los años 60 y 70 que trataron de cambiar nuestras nociones de qué es un ser humano, qué es el medio ambiente, qué es un ser vivo, no podíamos haber tenido esos cambios en la manera de entender cómo hacer ciencia en un laboratorio para poder paliar problemas como la degradación del medio ambiente.
Ahora vivimos en una época en la que parece que las ideas son menos importantes porque estamos enfocados en las técnicas, en la programación, en la informática, pero tenemos que entender que grandes emprendedores de Silicon Valley se formaron en la cultura hippie de los años 60, que buscaba, a través de las ideas, las artes y la cultura en general, romper las barreras políticas, sociales y culturales. Varios de ellos leyeron a líderes espirituales de la época. Mucha de la cultura del emprendimiento de Silicon Valley, mucha cultura de las grandes compañías que hoy controlan el mundo, arrancan con fundadores que experimentaron esa contra cultura de los años 60.
Ahora estamos en una fase en la que se valora más la aplicación directa y práctica de las ideas, pero de lo que no debemos olvidarnos es que fue gracias al trabajo que hicieron pensadores hace 50 años.
Además el mundo de la cultura, de las letras, del intelecto, también es generador de economía, hay que tenerlo muy presente, ¿no cree?
Por supuesto, yo creo que la pandemia demostró que la cultura es un vehículo para generar riqueza y que además es prácticamente un bien de primera necesidad. En el momento en el que nos encontramos, millones de personas encerradas empezamos a desempolvar los libros, comenzamos a aprender idiomas, a reconectarnos con la cultura. Uno de los grandes desarrollos tras la pandemia ha sido el incremento en ventas de audio libros, hemos entendido que la cultura es un sector puntero y vital.
Nos gusta ver ejemplos de éxito en estos lares. ¿En qué proyectos profesionales está inmiscuido ahora mismo?
En este momento sigo escribiendo mis artículos académicos pero también he creado un nuevo curso dedicado a la sociología del Big Data, he traído a estudiantes de mi universidad, que trabajan para Microsoft, Amazon, por ejemplo y que nos hablan precisamente de cómo poner en marcha un proyecto de Big Data en una gran compañía. El objetivo del curso es el de analizar, escuchando a estos participantes, todas las implicaciones éticas, morales, que están ligadas a su trabajo como desarrolladores de aplicaciones para Big Data.
También estoy reescribiendo al español mi libro “Ascent to Glory” publicado por la Universidad de Columbia en 2020. Mi libro explica el éxito de uno de los productos culturales más influyentes del último siglo, la novela “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez.
Centrándonos en Canarias, ¿qué debe de hacer el Gobierno de Canarias y las instituciones para que casos como el tuyo y otros casos sean más abundantes?
Honestamente lo tengo muy claro, el Gobierno de Canarias tiene que tener un compromiso real de formación de capital humano canario. Eso implica que nuestras universidades sean realmente sedes de talento canario, que realmente podamos seleccionar verdaderos talentos en cada ámbito y carrera universitaria, y proporcionar los recursos necesarios para que lleven al máximo su pasión profesional.
Detrás de cada estudiante exitoso hay una persona apasionada por su trabajo, en el ámbito de la formación profesional pasa lo mismo.
¿Cree usted que este 2021 por fin será un buen año para valorar líneas de trabajo como esta y darle importancia a las humanidades como vía de desarrollo económico y social?
Por supuesto, cualquier momento es bueno para desarrollar nuevos proyectos. Si algo nos está mostrando la pandemia es que todavía hay muchas cosas que mejorar, no solamente a nivel de administración local sino a nivel nacional y europeo.
Creo que las humanidades y ciencias sociales tienen mucho que enseñarnos, que aporta un conocimiento didáctico y práctico, que nos ayuda a solucionar problemas locales y regionales. Necesitamos las ideas de pensadores para anticiparnos a la evolución futura de la sociedad en todos los ámbitos, y así gestionarlos con innovación y éxito.
ENTREVISTA
ÁLVARO SANTANA ACUÑA
SOCIÓLOGO Y ESCRITOR