Originariamente el hombre ha estado habituado a vivir en la naturaleza. No fue hasta el año 7500 a.C. cuando se tiene constancia de la existencia de las primeras ciudades (Catalhöyük, Turquía) o formas de convivencia en comunidad. Estas formas de vida que han perdurado durante siglos, ya sea en la naturaleza o en las ciudades, han tenido lugar en espacios físicos, que podríamos denominar “Espacios 0.0”.
En el año 1958, se decidió fundar en EEUU la Avance Research Projects Agency Network (ARPA), cuyo objetivo era crear una serie de comunicaciones directas entre distintos ordenadores. En 1969 tuvo lugar la primera conexión entre dos ordenadores de las universidades de UCLA y Standford. Pero no fue hasta finales de los años 80 ́s, cuando se empezó a utilizar, de manera más o menos generalizada, lo que hoy conocemos como el Internet básico. En ese momento tuvo lugar el tránsito del espacio físico al virtual. El espacio virtual, según el reputado consultor e investigador en Inteligencia Artificial Sean Michael Kerner, tiene tres escenarios diferentes: La web 1.0, a la que nos referiremos como “Espacio 1.0”; la web 2.0., que se corresponde con el “Espacio 2.0” y la Web 3.0, conocida como el “Espacio 3.0”.
Originariamente la web 1.0 suponía una conectividad básica basada en herramientas que permitían colgar cierta información para que fuera consultada por los usuarios de manera unidireccional; es decir, no permitía interacción alguna en distintas direcciones.
Posteriormente la sociedad pudo constatar una primera evolución del espacio virtual 1.0. pasando a contar con la web 2.0, también conocida como “Espacio 2.0”.
Este nuevo espacio contaba con una serie de características que lo hacían mucho más útil y practico: pasó a ser completamente abierto, participativo y sobre todo multidireccional. Es decir, a diferencia del espacio 1.0, que solo permitía la interacción de un solo usuario en un solo sentido, permitía la interacción de múltiples usuarios y en todas las direcciones. El espacio 2.0 cuenta con una serie de herramientas para com partir información en todas direcciones de manera sencilla y desde multitud de dispositivos. Las más importantes son los blogs, espacios donde los autores pueden colgar sus reflexiones e interactuar con sus lectores; los Wikis, espacios webs colaborativos que permiten que varias personas puedan colgar contenidos; los entornos para com partir recursos, tales como documentos, fotos, vídeos, etc. y sobre todo las redes sociales -RRSS-, que han adquirido una amplia notoriedad y protagonismo en los últimos años.
Las RRSS han supuesto el hito más im portante de la sociedad, en su tránsito del espacio físico al virtual. Las RRSS constituyen la nueva forma de concebir la vida misma, tanto desde un punto de vista social, profesional, empresarial y por supuesto comercial. Por poner algunos ejemplos, Twitter nos permite actuar como comentaristas públicos en cualquier ámbito de la vida; Facebook nos permite relacionarnos con amigos y desconocidos sin necesidad de la presencialidad; Instagram nos convierte en expertos fotógrafos y LinkedIn en grandes profesionales en cualquier ámbito.
Las RRSS, si se hace un uso adecuado, medido y proporcionado de las mismas, suponen un complemento a la vida que vivimos en el espacio físico. En definitiva, nos permiten compartir experiencias y momentos con otras personas a través del espacio virtual. Además hacen posible otra forma de hacer negocios sin fronteras ni limitaciones, con personas que se encuentren en cualquier parte del mundo. No obstante, las RRSS y los espacios virtuales deberían ser complementarios a los físicos y nunca pretender sustituirlos al 100%. Cuando se usan de manera indebida aparecen casos en los que se pierde el contacto con la realidad e incluso, a menudo, se crean adicciones y trastornos de la realidad ciertamente preocupantes.
Resulta interesante poner en contexto la importancia del asunto que estamos abordando. Según el informe publicado en enero de 2022 por “We are Social”, Digital 2022, el 62,5% de la población mundial utiliza Internet; en el último año el porcentaje creció un 4%. Los usuarios pasan de media 6 horas y 58 minutos diarios conectados. Por otro lado, el 58, 4 % de la población mundial hace uso de las RRSS. Las más importantes y conocidas en nuestro país son WhatsApp, Instagram, Facebook, Tik-Tok, LinkedIn y Twitter.
Nuestra sociedad, se encuentra actual mente en pleno proceso de tránsito a un nuevo escenario virtual: la Web 3.0 o “Espacio 3.0.”. Se trata de un espacio emergente y vagamente definido. Berners-Lee fue el primero que en 2006 utilizó esta terminología para referirse al concepto de “Web Semántica”, cuyo objetivo era proporcionar nuevos enfoques que permitieran vincular datos y contenido. El espacio 3.0. es un espacio completamente descentralizado, multidireccional. Pero la característica más importante es que la Inteligencia Artificial (IA), con el aprendizaje automático, se con vierte en la tecnología principal en la que se basa este espacio
La IA supone otra de las revoluciones más relevantes dentro del tránsito de lo físico a lo virtual. Hoy los algoritmos y las técnicas de aprendizaje profundo nos permiten recomendar contenidos y productos a nuestros clientes; predecir enfermedades y catástrofes; filtrar solicitudes de todo tipo: préstamos, acceso a universidades, empleos, etc.; mejorar la lucha contra el cambio climático, a través de la mitigación, adaptación, formación e investigación; entre otros. Pero quizás, una de las aplicaciones más interesantes de esta potente herramienta, ligada al Espacio 3.0., sean las soluciones que ofrece para el mundo industrial. La IA mejora cuestiones tales como el diseño de los productos, la automatización de los procesos, el mantenimiento predictivo y el coste energético. A modo de ejemplo, en Andalucía estamos trabajando en la actualidad en un modelo, basado en Redes Neuronales Artificiales y algoritmos genéticos, que permitirá optimizar el coste eléctrico en fábricas de cemento. Como decía, la IA es una herramienta emergen te e incipiente, por lo que en los próximos años tendremos oportunidad de disfrutar de avances impensables a día de hoy.