08/09/2024

El campo necesita digitalizarse rentabilizar sus frutos
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La agricultura une y atraviesa los tres sectores de la economía: el dedicado a la extracción de las materias primas, el centrado en la manufactura y el sector servicios. Es […]

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La agricultura une y atraviesa los tres sectores de la economía: el dedicado a la extracción de las materias primas, el centrado en la manufactura y el sector servicios. Es la profesionalización de la actividad más antigua e inherente al ser humano: sacar lo mejor de la Tierra para proveer a sus habitantes. Por ello, y por otros muchos matices, merece la mejor de nuestras atenciones, por parte de empresas, instituciones y gobiernos, así como de la consideración ciudadana. Sin agricultura no es que no haya progreso, es que no hay vida.

Sin embargo, el sector está atravesando una situación compleja y delicada. Son muchos y diversos los frentes a los que se enfrenta la agricultura en estos momentos, como la falta de relevo generacional debido a la merma de población en los medios rurales o las dificultades en la incorporación de la mujer al sector. Pero también, y aquí está la clave, en la compleja adaptabilidad a las nuevas normativas que exigen que el sector agro sea garante de la sostenibilidad en nuestro país pasando por alto la rentabilidad y saturando a los profesionales de burocracia. Y todo ello, frente a unas políticas que permiten la entrada de alimentos extracomunitarios sin tener en cuenta los requisitos de calidad que se exigen a los productos de nuestra tierra.

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El sector vive tiempos convulsos y eso repercute directamente en la economía y el desarrollo de nuestra región. El sector agroalimentario de Andalucía emplea a 489.898 personas, el 16% del empleo total andaluz y el 21,8% del empleo total agroalimentario en España. El 46,8% de este empleo agroalimentario corresponde al sector primario (229.000 personas), el 10,1% a la industria agroalimentaria (50.000 empleados) y el 42,9% (210.000 empleados) se dedican a la comercialización. Son datos importantes en los que, además, debemos tener en cuenta que Andalucía produjo en 2020 por un valor de 12.358 millones de euros, lo que acapara casi la cuarta parte de la producción agraria de España (24,22%).

Estamos por tanto hablando de uno de los principales motores de nuestra tierra, un motor que tiene cada día menos trabajadores y que continúa a la expensa de los caprichos de la climatología. Con 5.604 empresas, la industria agroalimentaria de Andalucía lidera el ranking español con el 18,5 % del total del sector nacional, aunque el 80,2% son microempresas o empresas sin asalariados. Además, las empresas agroalimentarias andaluzas representan el 21,8% de la toda la industria manufacturera de Andalucía.

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Desde el Colegio Oficial de Graduados e Ingenieros Técnicos Industriales de Sevilla, COGITISE, estamos convencidos de que la clave para avanzar hacia una agricultura más moderna y sostenible está en fomentar la profesionalización y la I+D+I en el campo, así como la cooperación entre los distintos actores de la sociedad.

Esta evolución avanza a paso lento, pero avanza. El gasto en innovación de las empresas del sector agroindustrial de Andalucía es el 12.17%, aproximadamente 100 millones de euros, muy por encima de la media de España es el 5,62%, según datos de 2020.

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En estos momentos, encontramos dos revoluciones en marcha, la biotecnológica y la digital, ambas estrechamente relacionadas y con gran potencial de evolución. La intensidad y aceleración de estas dos tendencias, la flexibilidad sobre las exigencias del Pacto Verde Europeo, la regulación de las importaciones de países terceros a Europa y los recursos hídricos suficientes, marcarán el futuro de nuestra agricultura, ganadería y alimentación.

Los profesionales de la ingeniería trabajan para optimizar y proteger los cultivos desde su formación científica, así, ahora mismo hay un ingeniero en su casa diseñando un dron que detecta plagas; en una sala de reuniones de Jaén, una comisión de trabajo, liderada por una ingeniera, acaba de presentar a una empresa de aceites centenaria un programa de inteligencia artificial y big data que toma decisiones sobre el cultivo en tiempo real; y estudiantes de escuelas de ingeniería trabajan en sus trabajos de final de grado sobre cómo revertir los efectos del cambio climático en el suelo andaluz.

Mención especial merece la necesaria innovación que se está aplicando en la gestión del agua y que la dura sequía que hemos vivido hace unos meses puso más que de manifiesto. La incorporación de nuevas tecnologías, como el Internet of things, la inteligencia artificial, los gemelos digitales, el big data o el machine learning, junto con el conocimiento avanzado de las operaciones ha permitido que se incremente el rendimiento de los recursos hídricos, se optimice el uso del agua y puedan ser reutilizados.

Como podemos ver, la ingeniería nunca ha estado tan cerca del campo como en estos tiempos en los que urge una modernización del sector. Los ingenieros e ingenieras andaluces, que crecimos con poemas sobre olivares en el colegio, y paseando entre naranjos con nuestros abuelos, nos sentimos con la encomiable responsabilidad de poner nuestros conocimientos al servicio de los campos de nuestra Tierra. Una vez más somos esenciales y, como de costumbre, no estamos defraudando. La inercia que el sector agroalimentario andaluz tiene en la actualidad me hace sentir especialmente orgullosa, una vez más, de nuestra profesión, que allí donde se la precisa, hace gala de su vocación de servicio para hacer de nuestro mundo un lugar mejor.

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