Las luces de Navidad ya llevan semanas encendidas y los turrones meses en los supermercados de toda España. Hay ganas de Navidad, es por ello por lo que empresarios y comerciantes llevan tiempo preparados para la época con mayor demanda de compras del año.
No voy a entrar a debatir si la Navidad es un tiempo de consumismo desmedido, pero sí afirmo rotundamente que es un tiempo de celebración y emotividad. Unos días para compartir, para reflexionar y por supuesto, para regalar.
Desde hace unos años, el Black Friday se ha convertido en el pistoletazo de salida del periodo navideño. Resulta curioso como los comercios tradicionales, las llamadas tiendas de barrio, se han adaptado a los reclamos del marketing internacional y cuelgan con orgullo sus carteles de descuentos con motivo del “viernes negro”. Es un claro ejemplo de la carrera de velocidad que las tiendas “de toda la vida” están realizando para subirse al carro de las nuevas tendencias de venta en las que la digitalización es el motor del éxito. La tecnología y la innovación se han convertido en herramientas esenciales para revitalizar el comercio tradicional y asegurar su relevancia en un mercado cada vez más digital.
El comercio tradicional está haciendo frente a un desafío sin precedentes. La combinación de la pandemia, el auge del comercio electrónico y las cambiantes preferencias de los consumidores, han llevado a los minoristas a adaptarse sobre la marcha. En este contexto, la transformación digital no es solo una tendencia; es una necesidad.
No hace muchas navidades, comercios tradicionales se vieron obligados a colgar el cartel de cerrado en sus tiendas físicas, lo que aceleró la adopción de plataformas de venta en línea. Varios estudios aseguran que el 70% de los minoristas que implementaron soluciones digitales durante la pandemia reportaron un aumento en sus ventas. Estas cifras demuestran que la tecnología no solo ayuda a mantener el negocio a flote, sino que puede ser su tabla de salvación e, incluso, la llave que le abra nuevas oportunidades de crecimiento.
Pero podemos ir un paso más allá, la innovación en la experiencia del cliente es otro aspecto crucial en el desarrollo tecnológico del comercio tradicional. Las tiendas que han incorporado tecnologías como la inteligencia artificial y el análisis de datos ya son capaces de ofrecer experiencias más personalizadas. Puede parecer algo complejo, pero solo tienes que mirar tu teléfono móvil para constatar cuántos correos, mensajes o anuncios en redes sociales has recibido con ofertas personalizadas basadas en tus preferencias de compra. Esta personalización no solo mejora la satisfacción del cliente, sino que también fomenta la lealtad a la marca, genera una relación cercana y recurrente.
No quiero dejar de mirar el móvil, porque mientras el comercio electrónico está ya instaurado en las rutinas y costumbres de una gran parte de los consumidores, las redes sociales se han convertido en los nuevos catálogos de venta a domicilio del siglo XXI. Cada día, más y más establecimientos presentan sus productos en Instagram o abren un canal de Tik Tok para darse a conocer y para, además, ser “amigo online” de su clientela. En la palma de tu mano puedes encontrar una oferta de productos sin precedentes, perimiéndote comparar precios y convertirte, si tienes tiempo, en un consumidor más informado y selectivo. Pero, además, por primera vez las marcas y los consumidores podemos entablar conversaciones públicas de igual a igual. La omnicanalidad se ha convertido en un término clave en el comercio moderno. De hecho, ahora la opinión de quien compra un producto o consume un servicio importa, importa mucho. Hasta abrir el envoltorio de un paquete llega a ser mirado con lupa por miles de personas a través de Youtube.
El comercio electrónico ha revolucionado la forma en compramos y consumimos. Los desplazamientos físicos para hacer la compra se han reducido enormemente y se han disparado los servicios de las agencias de reparto y paquetería y, consigo, han evolucionado de forma exponencial lo sistemas de reparto de última milla en los que se están instaurando nuevos vehículos eléctricos sostenibles que consiguen optimizar las rutas de entrega mediante software de logística.
En este punto entra en juego otro aspecto en el que la digitalización de los pequeños comercios está siendo relevante, su adaptación a los requisitos de sostenibilidad. Los consumidores son cada vez más conscientes del impacto ambiental de sus compras y, a mi modo de ver, la tecnología se presenta como una herramienta poderosa que puede facilitar esta transición, permitiendo a los minoristas no solo reducir su huella ecológica, sino también atraer a un público más comprometido con la sostenibilidad.
Al adoptar soluciones digitales, como la facturación electrónica y la gestión de documentos en línea, los comercios pueden reducir significativamente su uso de papel, a la vez que mejoran su eficiencia operativa. Otra de las áreas donde la tecnología puede marcar una gran diferencia es en la gestión del inventario. Las soluciones de software avanzadas permiten a los comercios realizar un seguimiento preciso de sus existencias, evitando el exceso de productos que a menudo termina en la basura. Por otra parte, la implementación de tecnologías de energía renovable, como paneles solares, puede ayudar a los comercios a reducir su dependencia de fuentes de energía no sostenibles. Además, la automatización de sistemas de iluminación y climatización mediante sensores inteligentes permite un uso más eficiente de la energía y disminuye considerablemente los gastos del establecimiento.
Estamos en un momento difícil para el comercio porque están cambiando los hábitos y costumbres de toda la vida, pero la clave está en utilizar los nuevos escaparates que sirve la tecnología para llegar a sus vecinos de barrio y, además, a clientes que pueden estar en cualquier parte del mundo.
