Es indudable que la sociedad ha vivido en estos dos últimos años un proceso de digitalización tan grande que, de no haber sido por la COVID-19, nunca se hubiera producido. Seguro que todos tenemos ejemplos cercanos que de alguna manera nos ayudan a ilustrar esta afirmación.
Antes del 14 de marzo de 2020 muchas personas nunca habían realizado una video- conferencia y, de repente, apareció en sus vidas algo que se llamaba Zoom y que sin preguntar se instaló en nuestro día a día. Algo similar podríamos decir del Bizum. Ni los mejores planes del fabricante contemplaban el crecimiento descomunal que tuvo esta plataforma de pago que, con el tiempo, los usuarios han incorporado de manera natural a su cotidianidad.
También, en estos dos últimos años la compra de dispositivos electrónicos se ha disparado y la necesidad de estar conectados allí donde fuera necesario, llevó a muchos usuarios a invertir en equipamiento. Obviamente, el teletrabajo jugó un papel relevante para fomentar el consumo tecnológico.
Así que si preguntamos a cualquier empresa si cree que está digitalizada, es altamente probable que nos responda de manera afirmativa; pues, después de todo, no dejará de ser cierto que su inversión en IT ha aumentado y que seguramente varios de sus procesos ahora lo hace con nuevas herramientas informáticas que hasta ayer desconocía. Incluso habrá alguna que nos diga que ha subido sus servidores al cloud y que ha incorporado medidas de ciberseguridad a su actividad.
Y en base a estos argumentos, muchas empresas ya han dado por cerrado el capítulo de la transformación digital, y al amparo de que pronto las cosas volverán a ser como antes, han pasado página dando por hecho que sus deberes, en lo que a digitalización se refiere, han concluido.
Y en cierto modo puede que tengan razón si asociamos el concepto de transformación digital a la inversión y a la actualización de procesos; pero, en la práctica sabemos que esto no es suficiente para seguirle el ritmo a la vida.
Todos estos cambios que hemos empaquetado dentro del término transformación digital y del que ya nos estamos empezando a aburrir de tanto escucharlo, no han sido más que una puesta a punto o una adaptación al nuevo escenario en el que nos movemos.
Sin embargo, lo realmente importante comienza ahora. Una vez que la sociedad se ha digitalizado y ya conocemos las reglas básicas del juego, toca empezar la partida y mover las fichas, pero para eso no basta con tener las piezas situadas sobre el tablero, es preciso que sepamos qué queremos hacer y cómo queremos jugar, es decir, necesitamos conocimientos para ganar, de lo contrario nuestras acciones no serán más que movimientos erráticos.
Este es justamente el punto en el que nos encontramos ahora en relación al proceso de digitalización de nuestro tejido empresarial. Las compañías han invertido en recursos tecnológicos, pero no terminan de saber cómo sacarle el máximo partido.
Y es aquí donde la carretera se pone cuesta arriba y donde el contexto no nos acompaña y es que los datos del INE (Instituto Nacional de Estadística) no engañan.
Canarias se encuentra en el último lugar en inversión en I+D empresarial. Las Islas se sitúan en un 0,08% frente al 0,70% que marca la media española. El País Vasco, que lidera el crecimiento nacional, dedica casi veinte veces más inversión en I+D que Canarias.
A esto le sumamos que únicamente el 13,4% de empresas canarias cuenta con especialistas TIC, esto son 5 puntos menos que la media nacional. Por otro lado, la formación que las empresas canarias realizan en TIC a sus empleados supone menos de 4.5 puntos con respecto a la media nacional.
Para finalizar esta relación de indicadores, cabe destacar que solamente una de cada diez empresas canarias contrataron o intentaron contratar a especialistas TIC en 2020. En este sentido, destaca que Canarias dispone de la mitad de especialistas TIC que la media nacional.
Ha quedado claro que la coyuntura no nos es favorable, pero si hasta hoy bastaba con invertir para no quedarnos fuera de la partida, ahora se requiere conocimiento y es ese conocimiento la llave que activa la aceleración digital de nuestras empresas. Este es el reto al que nos enfrentamos si realmente queremos culminar el proceso de digitalización del tejido empresarial que pusimos en marcha de manera atropellada durante el famoso confinamiento.
Es preciso que las pymes y micropymes, que son la base de nuestra economía, puedan acceder al conocimiento necesario para que, con los recursos tecnológicos que ya han adquirido, sepan sacarle el máximo partido al nuevo escenario digital.
Actualmente, el déficit de profesionales de la tecnología es un hándicap importante y necesitamos que, más que pronto que tarde, se incorporen al mercado laboral personas con perfiles profesionales que permitan acelerar el proceso de digitalización de las empresas.
En este sentido, necesitamos contar con una formación de calidad que garantice resultados exitosos en el corto y medio plazo.
Quizás el tema pueda parecer una banalidad y haya quien piense que no nos va la vida en ello, pero la realidad es que nos estamos jugando mucho, entre otras cosas, el futuro de las próximas generaciones y la capacidad de poder cambiar el modelo de la economía canaria si queremos llevarlo más allá del turismo.
Ya no basta con tener tecnología, hay que saber qué hacer con ella. Cerremos el capítulo de la transformación digital, que tuvimos que hacer de manera apresurada por el contexto de la pandemia, y afrontemos el nuevo reto que supone la aceleración digital de nuestras empresas.
El camino es largo por eso conviene que comencemos a dar los primeros pasos lo antes posible. Otros ya están en ruta y nos llevan una ventaja considerable. Así que, una vez más, no nos queda otra que empezar a correr para recuperar el tiempo perdido.