No todos los autónomos se sentirán identificados con el titular de este artículo, pero sí la mayoría con los que hablo, me encuentro y comparten mismas circunstancias.
Lo sé porque no hay mejor barómetro para un periodista, que “echarse a la calle” a buscar, no sólo la noticia, sino también a escuchar la realidad de esa calle en las que miles de negocios en Andalucía levantan sus persianas todos los días.
A fecha 31 de diciembre de 2023, en Andalucía eran 573.860, los hombres y mujeres que desde nuestra tierra lograban sobrevivir un mes tras otro a una situación que se hace insostenible en numerosas ocasiones.
Y aunque es cierto que ni se si puede ni se debe generalizar, también es verdad que día tras día, la incertidumbre que se cierne en este colectivo es un hándicap que convierte a los autónomos en auténticos héroes.
Un colectivo que sustenta la economía de toda España, y es, y sin llevarnos a engaños, sin ser grandes empresas. Son PYMES, micropymes y unipersonales. Empresas en las que ellos mismos se dan los buenos días, esbozando su mejor sonrisa para afrontar jornadas agotadoras.
“Soy una autónoma feliz”
Esa frase es real. Es de una autónoma que paga sus impuestos religiosamente. Una autónoma que podría representar a miles y que se acogen a esa otra afirmación que nos dice que trabajar por cuenta propia es “ser dueño de tu tiempo”.
¿Seguro? ¿De verdad que son dueños de su tiempo? ¿Se dan cuenta del poco tiempo libre que les queda tras jornadas maratonianas y abriendo el ordenador sábados, domingos y festivos?
Yo, personalmente y esta es mi opinión, creo que no. Y creo que no porque rara es la vez que alguien entra en una tienda y pregunta a su propietario cuáles son sus condiciones. Difícilmente encargamos algo a un creativo y nos interesamos por su situación. Y extraño sería que, al acercarnos al puesto de fruta, le preguntemos al frutero que cómo llega a final de mes.
Les invitaría a que le hicieran.
Prueben a charlar con esa persona que amablemente le atiende detrás del mostrador. Mire a los ojos al hombre o a la mujer que está recibiendo su encargo, en ese pequeño taller de reparación de joyería para conocer más de su gremio. Hable con su peluquero o peluquera y sabrá qué margen les queda tras abonar los productos que utiliza, además de los juegos de malabares que hacen para que no repercuta en los precios al público.
Desde las distintas administraciones se ánima a que inicien su propio negocio. Encomiable también cómo se imparte formación gratuita y de calidad en emprendimiento para que los futuros emprendedores puedan contar con las herramientas necesarias, con las que poder llevar a cabo su idea de negocio.
Y sí, ciertamente son muchos los audaces que dan un paso al frente para hacerlo porque cuentan con la confianza en ellos mismos. Una confianza que cuando se topa con el escenario en el que se tienen que desenvolver, son conscientes de que va a ser difícil, complicado y a veces, imposible.
En España, actualmente darse de alta en autónomos es sencillísimo. En apenas 15 minutos o menos, ya te conviertes en tu propio jefe. Un jefe que, durante el primer año de alta, se podrá acoger a la Tarifa Plana con el consiguiente abono a la seguridad de 80 euros mensuales y que es una ventaja para poder dar los primeros pasos como empresarios.
Esto sin duda es un respiro porque da pulmón para tener continuidad a estos proyectos, pero cuidado, una vez trascurrido este primer año llegamos a esa (cruda) realidad a la que hacemos referencia en el titular.
La Tarifa Plana de 80 euros, pasa a ser una mensualidad de casi 300 euros. Trescientos euros que no tienen en cuenta el pago de impuestos y obligaciones a las que se tienen que hacer frente cada mes, trimestre o año y qué cómo mínimo será de 230 €, cuando la cuota mínima por ingresos sea de menos de 670 € al mes (aunque en el 2025 se producirá un ajuste a la baja en las cuotas y pasará a ser de 225 € al mes).
Todo esto supone un freno en seco para el crecimiento personal y profesional de los autónomos que subsisten por el coraje y el sacrificio propio y familiar de muchos de ellos.
Hace unos días me reunía con dos autónomas y una de ellas reconocía que había meses en los que apenas facturaba ochocientos euros. Una cantidad irrisoria a la que tenía que descontar esos trescientos euros porque resulta que ya había finalizado el primer año como autónoma pero la que también había tenido “la inmensa fortuna” de emitir una factura en el primer trimestre de 2024 por valor de dos mil euros (pudo respirar).
Resulta que cumplía su año como autónoma y comprobó para su sorpresa cómo le restaban en su exigua cuenta esos trescientos euros; y como consecuencia esto le ocasionaba encontrarse en el peor de los escenarios y el plantearse buscar trabajo por cuenta ajena, olvidando el sueño de ser empresaria.
¿Se imaginan el momento? Seguro que algunos sí lo habrán vivido y se verán reflejados en ese espejo e incluso se preguntarán, como también lo hacía ellas, en cómo llegar a final de mes.
Lo nuevos sistemas progresivos de cuota han resultado ser un alivio. Los tramos establecidos pueden que se ajusten a muchos, pero tenemos que reconocer, analizando casos reales como de los que tengo constancia, que es una auténtica injusticia lo que ocurre con los autónomos que facturan una cantidad ridícula.
No seré yo la que diga cómo se deben hacer las cosas porque yo soy periodista, y no una experta en temas laborales. Pero sí soy una periodista que recoge los testimonios reales de un colectivo que necesita ser atendido.
Un colectivo que lejos de “tirar la toalla” no cejan en el empeño de continuar porque sabe que es indispensable para nuestra economía. Un colectivo al que tendríamos que cuidar y mimar más y, por supuesto, un colectivo que tendría que insistir mucho más para conseguir ayudas reales y que se ajusten a su realidad porque esta será la única manera de poder esta vez sí, lograr sus sueños.