Desde que se publicó el último dato avanzado del IPC, que en agosto alcanzó el 10,4%, varias personas muy cercanas me han preguntado alarmadas por la situación económica y por la mejor opción para invertir sus ahorros. Una de las cuestiones más preocupantes de la situación actual, son los diagnósticos erráticos que algunos responsables públicos llevan emitiendo desde hace meses y que acaban sirviendo de base para la toma de decisiones y soluciones que, a la vista está, no están contribuyendo a mejorar la situación.
El PIB, a pesar de haber crecido un 1,1% en el segundo trimestre del año, sigue sin recuperar los niveles prepandémicos, a pesar de los estímulos que se han puesto en marcha. No pocos economistas estamos convencidos que la temida recesión, concepto que supone dos trimestres seguidos con crecimiento negativo del PIB, está ya a la vuelta de la esquina.
La nueva reforma laboral ha contribuido de manera importante al idilio que los datos de paro venían manteniendo, pues los empleados fijos discontinuos, cuando no están desarrollando ninguna actividad, han pasado a aparecer en las estadísticas como demandantes de empleo no parados. Esta circunstancia ha resultado decisiva para que el desempleo se situara en el segundo trimestre del año en el 12,48% . No obstante, a pesar de de este “artificio ilusorio” que nos ha traído la reforma del mercado de trabajo, el paro experimentó en agosto un crecimiento de 40.428 personas.
La guerra de Ucrania está afectando también a los suministros de determinados alimentos, materias primas y sobre todo recursos energéticos, con las consecuencias que todos conocemos en los precios. Mientras España mantiene su inflación del 10,4%, países como Francia, Italia, Alemania, Portugal, Austria, Bélgica y la Eurozona en general, presentan índices inferiores al nuestro.
Por otro lado, todo apunta a que las subidas de tipos de interés que se están adoptando el BCE para combatir la inflación enfriarán la economía y provocarán un frenazo, o incluso la contracción, del crecimiento del PIB.
Ante este panorama, no son pocos los ciudadanos de a pie que se plantean qué hacer con sus ahorros. Con una inflación cercana al 11%, el mayor error que se podría cometer sería adoptar una actitud pasiva y no hacer nada. Un inversor que contara con 10.000 € en agosto de 2022, con unainflación del 10,4%, tendría dentro de un año un capital con valor real de 8.960 €. Por lo tanto, resulta fundamental hacer algo y no resignarse a perder sin más el valor de nuestros ahorros.
Antes de acometer ninguna inversión financiera, resultaría recomendable contar con la opinión de un asesor personal. A continuación deberíamos tener en cuenta, al menos, dos cuestiones que nos ayudarán a tomar una decisión acertada: el colchón de seguridad que necesitaremos y el perfil de riesgo del inversor.
En la situación de incertidumbre que vivimos, contar con un remanente con el que hacer frente a cualquier imprevisto resultará fundamental. Por otro lado, para seleccionar el producto adecuado, habremos de tener en cuenta el perfil de riesgo del inversor; es decir, si es más o menos conservador. En esta tribuna no pretendemos ser excesivamente exhaustivos y nos centraremos en los productos financieros más básicos, obviando otros más complejos y sofisticados.
Para los inversores de perfil más “agre- sivo”, la mejor opción para invertir sería la renta variable (acciones). Al tratarse de activos de alto riesgo, sería recomendable asesorarse previamente e invertir cantidades que no vayamos a necesitar a medio plazo. Si queremos reducir en cierta medida el riesgo de este tipo de inversiones, resultaría recomendable hacer uso de carteras diversificadas; a mayor número de acciones, menor riesgo. Para ello disponemos de los fondos de inversión en renta variable. Se trata de productos que invierten en distintos tipos de acciones y porcentajes, de manera que nos permiten elegir la opción que mejor se adapte a nuestras preferencias.
Para inversores con un perfil más moderado, es preferible optar por la deuda pública que, aunque ofrece rentabilidades inferiores a las acciones, cuenta con mayores garantías. Se trata de activos con los que, si esperamos hasta el vencimiento, tendremos garantizado el capital invertido y una rentabilidad preestablecida. También las inversiones en deuda privada, con algo más de riesgo que la deuda pública, podrían resultar adecuadas para inversores conservadores. Existen, como ocurria en el caso de las acciones, fondos que invierten en deuda pública o privada, también con bajo riesgo.
Finalmente cabe señalar que con las subidas de tipos que están aconteciendo, se empezará a ofrecer de manera generalizada la opción de invertir en Imposiciones a Plazo Fijo (IPFs), también conocidas como depósitos. De hecho, aunque las entidades más grandes no han empezado aún a ofrecerlas, hay otras más pequeñas que sí las han vuelto a incluir ya dentro de su catálogo de productos comerciales.
Podemos concluir por tanto que, en una situación como la actual, resulta fundamental ser prudente, mantener un colchón de seguridad adecuado, buscar alternativas de inversión que se adapten a nuestro perfil de riesgo y sobre todo contar con la opinión experta de un asesor personal.