Una de las peores situaciones que pueden darse en una economía es la estanflación. Esta se caracteriza por un estancamiento económico, a la vez que persiste el alza de los precios. Los últimos datos estadísticos que se conocen ponen de manifiesto la desaceleración económica que está teniendo lugar en Europa y en su principal economía, Alemania. La UE-27 vio caer el crecimiento del PIB en 2022-Q4 (4º trimestre de 2022) un -0,1%; en los dos trimestres siguientes el comportamiento fue prácticamente plano: +0,2% (2023-Q1) y 0% (2023-Q2), respectivamente. En Alemania, en 2022-Q4, la economía cayó el -0,4%, mientras que en los dos primeros trimestres de 2023 el crecimiento fue nulo, situándose en los dos trimestres en el -0,1% y 0% respectivamente.
Por otro lado, durante el mes de agosto, la actividad del sector privado en la zona euro se ha deteriorado sensiblemente. Tanto el sector manufacturero como el sector servicios han registrado un empeoramiento en agosto, según los datos adelantados del índice de gestores de compra (PMI), que sugiere una contracción del PIB de la eurozona del -0,2% para el tercer trimestre de 2023.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde, a principios de septiembre manifestó su preocupación ante la posibilidad de que la economía pudiera enfrentarse a aumentos salariales y menos productividad, lo cual contribuiría a generar mayor inflación. Estas malas noticias económicas han coincidido además con un repunte del precio del petróleo: actualmente el barril de Brent cotiza por encima de los 90 €, lo que alienta igualmente el temor a que la inflación se mantenga elevada o incluso repunte.
Estos datos dejan entrever que la economía europea se encuentra, cuanto menos, estancada -no me refiero a ninguna recesión grave- y con un problema de inflación persistente. En Europa, el dato general de inflación en el mes de julio se situó en el 5,3% y la subyacente en el 6,1%. En España, en agosto, la tasa mensual del IPC creció un 0,5% y la subyacente situó en el 6,1%. Además, el efecto de la política monetaria restrictiva de subida de tipos de interés, habiendo conseguido enfriar la economía, de acuerdo con los datos de crecimiento del PIB que hemos comentado, ha sido manifiestamente insuficiente para controlar la inflación
A la vista de las circunstancias, el BCE decidió en su reunión del pasado 14 de septiembre incrementar los tipos de interés un cuarto de punto hasta situarlos en el 4,5%. Los tipos de interés influyen en una hipoteca, porque si el BCE presta el dinero más caro a los bancos, el efecto inmediato es que estos subirán el precio al que se lo prestan a otras entidades (es decir, el euríbor), con lo cual se encarecerán las hipotecas nuevas y las que vayan a ser revisadas. Con la subida de los tipos de interés el BCE busca frenar la inflación. Con casi toda seguridad, tendrá lugar una nueva subida del
Euríbor a un año (situado en el 4,112% el pasado 13 de septiembre), lo que provocará a su vez una nueva subida de las hipotecas. Una hipoteca media de 150.000 € a un interés de EURÍBOR más 1% ha podido ver incrementada su cuota anual en unos 265 €, es decir, alrededor de 3.180 € en un año.
Pero ¿cuáles son las previsiones para la inflación, tipos de interés e hipotecas para los próximos meses/años? No parece probable que los problemas de la inflación queden solucionados en el muy corto plazo. Lo normal sería que la inflación en la zona euro siga aflojando tímidamente hasta final de año, para quedarse en el entorno de 4,5%/5%. En España, con una política fiscal expansiva, basada en un gasto y endeudamiento excesivo con fines electoralistas, es muy posible que la inflación siga repuntando, como lo ha hecho durante los últimos meses, hasta situarse en el entorno del 3% / 3,5%. Con una inflación en la zona Euro en el entorno del 4,5% / 5%, lo normal sería que el BCE mantuviera durante 2024 los tipos de interés en niveles similares a los actuales, al menos hasta que la inflación presente síntomas de reducirse y se sitúe en el entorno del 2,5%. De producirse una bajada de tipos, lo más probable es que no sea antes de finales de 2024 o bien comienzos de 2025.
¿Es lógica esta forma de actuar del BCE? Como hemos explicado al principio de la tribuna, uno de los mayores riegos para una economía es entrar en estanflación. Por lo tanto, la política monetaria restrictiva -altos tipos de interés- está perfectamente justificada. Además, debemos añadir que una economía no puede funcionar de manera eficiente con un precio del dinero nulo o incluso negativo, como el que hemos conocido hace poco tiempo. El capital, junto con la tierra, el trabajo y la tecnología, es uno de los factores de producción y, como tal, debe ser remunerado y posibilitar una rentabilidad a los agentes que lo facilitan. Por otro lado, hemos podido padecer en nuestras propias carnes los graves problemas que genera la política monetaria excesivamente expansiva. Los tipos de interés negativos y la compra ilimitada de la deuda emitida por parte del BCE, han provocado un exceso de liquidez, que es el responsable de los problemas de inflación.
Debemos tener claro que, al menos durante el próximo año, habremos de acostumbrarnos a pagar por préstamos e hipotecas intereses similares a los de hoy. A finales de 2024 o principios de 2025, sí podríamos experimentar una cierta moderación. Pero por el bien de todos, confiemos en que el BCE no vuelva a cometer el error de llevarnos a excesos de liquidez en el mercado, inyectando dinero sin medida. Ya conocemos las consecuencias que esto tiene en la inflación.