22/11/2024

Transformación Digital. Un año de aprendizaje
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Hace apenas unas pocas semanas que se cumplía un año de aquel 14 de marzo: el día enque todo cambió de repente. Hoy nos parece casi imposible imaginar cómo, en […]

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Hace apenas unas pocas semanas que se cumplía un año de aquel 14 de marzo: el día en
que todo cambió de repente. Hoy nos parece casi imposible imaginar cómo, en un tiempo
récord, fuimos capaces de adaptar nuestras vidas a la llamada nueva normalidad y cómo
supimos desplegar capacidades que desconocíamos que teníamos dormidas, apelando al
más puro instinto de supervivencia.
A nadie se le esconde que la tecnología jugó un papel protagonista en todo aquel proceso
de adaptación. La necesidad de implantar a toda prisa el teletrabajo obligó a empresas y a
profesionales a realizar un enorme esfuerzo y poder abordar, por vía de urgencia, la
transformación digital de su negocio.
En los meses de confinamiento todos nos afanamos en resolver las dificultades que iban
apareciendo día tras día marcadas por el ritmo frenético de la inmediatez, sin preocuparnos
demasiado en la sostenibilidad o en la idoneidad de las soluciones que íbamos encontrando
e implementando casi sobre la marcha.
Hoy, con la perspectiva que solo sabe dar el tiempo, somos capaces de identificar qué
cosas hicimos bien, cuáles no salieron como esperábamos y, sobre todo, qué aprendizaje
nos dejó este año de transformación digital acelerada que nos vimos obligados a afrontar.
En este sentido identificamos claramente tres factores que marcaron el éxito de aquellas
empresas que sí supieron superar con solvencia el reto. El primer aspecto lo encontramos
en la transformación del puesto de trabajo. Ya nadie duda de la necesidad de poder trabajar
allí donde sea necesario o más conveniente.
El teletrabajo nos enseñó que aquello de tener que desplazarse a la oficina para poder
desempeñar las tareas cotidianas comenzaba a ser cosa del pasado. Consecuencia de ello
fue el enorme crecimiento de las ventas de portátiles, dejando al mercado totalmente
desabastecido al poco tiempo de empezar la pandemia.
Todavía permanecen en nuestras retinas las imágenes de muchos profesionales que
tuvieron que echarse su ordenador de la oficina debajo del brazo para llevárselo a casa y
poder teletrabajar ante la imposibilidad de conseguir una solución mejor.
La realidad, y esta fue la primera enseñanza que nos dejó la crisis de la COVID19, es que
necesitamos puestos de trabajo deslocalizados que no estén, por obligación, ligados a una
ubicación física.
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Una vez resuelta satisfactoriamente la transformación del puesto de trabajo hubo que
afrontar el siguiente escollo: lograr que los usuarios pudieran acceder a sus datos y a las
aplicaciones de sus empresas para desarrollar las tareas cotidianas, ahora, desde sus
hogares.
Aunque parezca mentira, hasta aquel día muchas empresas nunca habían mirado hacia la
nube y permanecían ancladas en antiguos modelos informáticos basados en servidores
ubicados en un pequeño cuarto de la oficina donde almacenaban todos sus datos y
aplicaciones. Un modelo de infraestructura de IT que mostraba claramente sus carencias en
el nuevo escenario marcado por la pandemia.
Y así fue como muchos negocios tuvieron que migrar, de manera acelerada, sus datos y
aplicaciones al cloud para que los trabajadores pudieran acceder a ellos desde sus casas.
Algunos, los más insensatos, optaron por habilitar accesos remotos a sus oficinas dejando
al descubierto serias brechas de seguridad. En la práctica fue como si se hubieran
marchado de sus instalaciones dejando la puerta abierta y la alarma desconectada.
Lógicamente, los ciberdelincuentes no tardaron en hacer su aparición y con ella, llegaron los
inevitables disgustos.
La pandemia también nos dejó claro que la ciberseguridad nunca fue una opción y que
cualquier proceso de cambio siempre debe ir acompañado de las medidas necesarias que
minimicen los riesgos asociados al nuevo escenario.
Todo esto que aprendimos casi a trompicones, nos ayudó a identificar las tres líneas de
actuación que ineludiblemente hay que abordar en cualquier proceso de transformación
digital: la transformación del puesto de trabajo, la transformación del CPD, la transformación
de las aplicaciones y todo ello bajo el paraguas de la ciberseguridad.
Pero la principal enseñanza que nos dejó este año de aceleración tecnológica, fue
reconocer la necesidad de enmarcar este proceso de cambio en un Plan Director de
Transformación Digital. Hoy sabemos que embarcarse en una aventura de tremendas
dimensiones sin antes haber realizado un análisis exhaustivo y metódico que nos ayude a
identificar de dónde partimos y hasta qué punto debemos llegar es garantía de fracaso.
El Plan Director de Transformación Digital, concretado en un conjunto de actuaciones
personalizadas y orientadas a las necesidades de cada negocio, es la piedra angular sobre
la que debe girar el proceso de cambio de cualquier empresa. Después de un año de
aprendizaje, hoy nos resulta impensable abordar todo este proceso, que hubo que hacer a
toda prisa al inicio de la pandemia, sin tener un mínimo de garantías de éxito.
Son muchas la empresas que han completado satisfactoriamente su migraciòn a un nuevo
modelo basado en la digitalización; sin embargo, otras tantas siguen todavía en pausa, sin
saber que la digitalización no es una moda pasajera, ni tampoco es una opción;
simplemente, es un proceso de adaptación que cada empresa debe afrontar para moverse
en el nuevo ecosistema digital. Tú eliges en qué bando quieres estar. ¿#Winner or #Loser?

Hace apenas unas pocas semanas que se cumplía un año de aquel 14 de marzo: el día en
que todo cambió de repente.

Por Jorge Alonso Cio de Velorcio Group

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Abril 2021

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